Casi 30 años después de la firma de los Acuerdos de Paz, el conflicto armado salvadoreño sigue extendiendo su sombra por todo el país; sigue estando presente en nuestro paisaje: desde cuestiones más inmediatas como instituciones gubernamentales, funcionarios públicos y partidos políticos, hasta aquellas sutilezas menos evidentes, como obras de arte, recuerdos y, en general, imaginarios sociales.

De hecho, la literatura que trata sobre el conflicto se ha convertido casi en un subgénero salvadoreño: testimoniales, biografías, ensayos, pero también cuentos, novelas, poemas… Lo interesante de esto es que muy pocas veces el tema se ha abordado desde la perspectiva de los que heredaron sus heridas.

Ahí radica la importancia de un cuento como Lugares comunes de Alejandro Córdova: no pretende rescatar la experiencia de una guerra, sino reconstruirla a fuerza de memoria, ficción y un toque sutil de picardía propia de la salvadoreñidad. Los detalles menos importantes se convierten en explícitas suposiciones del narrador, que cimientan la verosimilitud del tono con el que está escrito: “El tipo de la entrada (¿un teniente calvo?) le quita sus pertenencias…”.

Al plantear la narración desde la metaliteratura, es decir, desde la ruptura inmediata del artificio de la ficción (“En este cuento mi padre no es mi padre sino un tipo de veintitantos al que meten a la cárcel por una mentira. Estamos en El Salvador. Es 1985”.), Córdova le da una vuelta de tuerca necesaria a la literatura del conflicto. Ya no estamos ante un ejercicio de autoficción (como lo ha hecho, por ejemplo, Huezo Mixco en Camino de hormigas), sino ante un intento de expiación de los demonios que recibió nuestra generación.

En palabras del jurado: “Es una narración veraz y genuina acerca de las formas en que los hijos de una guerra buscan lidiar con la herencia de la orfandad”. Eso: lidiar con la herencia de la orfandad es, probablemente, la evolución inmediata de este subgénero.

Por otro lado, y tal como lo consignó el jurado del premio Carátula, la forma en la que está elaborado el cuento permite una fluidez que solo es atribuible al dominio contundente de la técnica. Las imágenes son consistentes y por tanto memorables, y las escenas rápidas imitan con eficacia el movimiento cinematográfico.

Lugares comunes es un cuento necesario para comenzar a comprender el conflicto armado desde otra perspectiva literaria. Quizás no llegue a trascender como el mejor en este sentido, pero sí como un referente.

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Lugares comunes, de Alejandro Córdova, es el cuento que ganó el VI Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve, que se otorga en el marco de Centroamérica Cuenta, un evento regional que nació por iniciativa de Sergio Ramírez Mercado, el escritor nicaragüense que en el 2017 se convirtió en el primer Premio Cervantes de por estos lados. Si desean comprarlo, pueden escribir a la fan page de Índole Editores.

Fotografía de portada de René Figueroa.