Aunque el mainstream está mal vistos por algunos, de vez en cuando hay que concederle cuando tiene buenas ideas: las listas de fin de año son, por lo general, fructíferos ejercicios de memoria y resumen de aquellos productos culturales que merecen volverse a poner sobre la palestra mediática.

Pero antes de comenzar, quiero apuntar una o dos cosas.

Este año me propuse comenzar a escribir reseñas, comentarios u observaciones de lo que iba leyendo. Es una apuesta que responde al ego (como todo), pero más que para compartir mis opiniones de mierda (como dirían Los Punsetes) la idea era llevar un registro de mis andares por la Literatura. No me ha ido tan mal, aunque no he podido escribir sobre todo lo que leí.

Por otro lado, este año sucedieron dos cosas en el panorama de la Literatura Salvadoreña (con mayúscula para que vean que va en serio): la aparición de este proyecto llamado Grafomaniacos, que abrió una nueva ventana para las letras nacionales (solo vean esta nota, esta otra, o incluso esta otra). Los proyectos de este tipo, aunque no siempre logran permanecer, son un aporte importante para la divulgación de nuestros autores. En esa misma línea existen ya otros proyectos editoriales que también deberíamos celebrar: La Zebra y Café Irlandés.

La otra cosa importante es la aparición de los libros de Los Sin Pisto, que han venido a refrescar el panorama editorial en El Salvador, incluyendo autores y títulos que de otra forma sería imposible de conseguir (si quieren ver el catálogo pueden revisarlo aquí).

Estos dos acontecimientos han permitido que a partir de este 2018 se haya vuelto un poco más fácil acercarse a nuestra propia literatura.

Así que sin más que añadir, presento esta lista de autores y libros salvadoreños que leí este año, aunque aclaro que esto no es un top, así que no van en orden de prioridad.

1. De vez en cuando la muerte/ Los héroes tienen sueño/ Cualquier forma de morir, de Rafael Menjívar Ochoa

Esta trilogía no es en realidad una trilogía, porque aunque comparte personajes, género y hasta cierta continuidad difusa, no es necesario leerlas en un orden específico para poderlas comprender. Menjívar Ochoa escribe estas novelas negras con una estructura impecable, que retratan la violencia de una ciudad no especificada, que igual podría ser San Salvador o el DF (ahora CDMX).

2. ¿Quién secuestró a Scott?, de Waldo Chávez Velasco

También se trata de una novela negra, pero bastante menos lograda. Fue escrita en 1982 en Guadalajara, México, donde el autor se había autoexiliado. Waldo Chávez Velasco escribió esta novela cargada de clichés, de frases hechas, con un lenguaje prosaico y un final completamente predecible… Pero por alguna razón resulta entretenida. Entretenidísima, diría incluso. Quizás el culpable de esto sea el ritmo, tratado con ingenio y precisión.

3. Insensatez, de Horacio Castellanos Moya

Un corrector de estilo es contratado por el Arzobispado de la Ciudad de Guatemala para trabajar en un documento que recoge los testimonios de víctimas y sobrevivientes de crímenes de lesa humanidad, perpetrados por las fuerzas armadas. El protagonista de esta novela tiene el mismo temperamento y paranoia del personaje más famoso de Castellanos Moya: Vega, de El Asco. Ya con eso se imaginarán por dónde va el asunto, el personaje de esta novela se obsesiona con los aterradores testimonios, al punto de casi perder la cordura.

4. Moronga, de Horacio Castellanos Moya

La más reciente novela de Castellanos Moya (publicada este mismo año) que sigue las pistas de dos personajes que ya han asomado antes en la obra de Moya: José Zeledón y Erasmo Aragón Mira. En su momento escribí esta reseña de esta novela: Moronga, el ritmo y la memoria según Castellanos Moya.

5. Desmoronamiento, de Horacio Castellanos Moya

En Desmoronamiento, Horacio Castellanos Moya pone el foco sobre algunos acontecimientos históricos importantes de El Salvador y Honduras. O más específicamente: sobre la guerra que hubo a finales de los sesenta entre ambos países. Pueden leer la reseña aquí: La Guerra del Fútbol y el inicio del desmoronamiento.

6. El gran masturbador/Perfil de prófugo, de Horacio Castellanos Moya

Podemos decir que Moyita es el autor que más leí este año, quizás porque su última novela me avivó el interés por toda su obra. Me atrevería a decir que es el escritor salvadoreño vivo más importantes, hoy por hoy. Pero antes de ser novelista fue cuentista. En Perfil de prófugo (1987) y El gran masturbador (1993), dos libros de cuentos, ya prefiguran los temas que al escritor le atormentarán a lo largo de sus novelas: la salvadoreñidad más cruda, el exilio, la guerra, la violencia…

7. Causas naturales, de Claudia Hernández

Junto a Moya, Claudia Hernández comparte el podio de ser de las escritoras más importantes de este país, aunque su alergia al foco mediático la mantiene más al margen del panorama de las Letras actual. Hernández es cuentista, pero decirlo así es una injusticia: Hernández es una cuentista excepcional, que generalmente se mide con los mejores cuentistas de la región. Las historias que componen Causas naturales me recordaron la impavidez insólita de los cuentos de Carver, aunque con elementos más latinoamericanos, que tienen un sabor parecido a los de Cortázar.

8. Hard Rock, de Felipe García

Hard Rock es, al igual que Moronga, un libro publicado en 2018, bajo el sello editorial de Los Sin Pisto. Pueden leer la reseña acá: Bullying, literatura y Hard Rock en el tercermundo.

9. Ciudad de Alado, de Mauricio Orellana Suárez

Escritores neomalditos, artistas undermarginales, subterráneos. El Centro de San Salvador, una capital en el mapamundi artístico tan sin importancia y sin embargo tan poética: aquí se desenvuelve la historia de esta novela, en el San Salvador más visceral. Pueden leer la reseña acá: Dios arriba, en un rincón.

10. Cerdo duplicado, de Mauricio Orellana Suárez

Qué pasaría si un día, por mero desahogo mental, nos pusiéramos a imaginar un mundo donde las cosas fueran exactamente al revés: donde el mayor prestigio académico estuviese reservado para los que se dedican al arte en cualquiera de sus manifestaciones, y dejamos en el más refundido hoyo a los publicistas. Este es el mundo que nos presenta Cerdo duplicado. La reseña completa de esta novela está acá: ¿Y si dejamos que los poetas gobiernen?

11. Islas y naufragios, de Luis Flores

Este libro de cuentos ganó los Juegos Florales de San Miguel en 2017. El título del libro no es gratuito: los 5 cuentos que lo componen representan un naufragio atroz, causado por la locura, la nostalgia, el sentido del humor retorcido y hasta por una especie refrescante de metaliteratura (Urdok y el amor debajo de los estantes). De cuando las niñas van y vienen de sus infiernos es uno de los mejores cuentos que he leído este año.

12. El Mago y el Beato, ensayo sobre dos íconos culturales de un país de pocos íconos, de Willian Carballo

Carballo aborda en este ensayo un asunto que resulta medular para la comprensión de ese monstruo difuso y fantasmal al que llamamos identidad nacional. Por un lado monseñor Romero, elevado a los altares de la santidad por la iglesia católica; por el otro, Jorge González, canonizado desde mucho antes por sus seguidores, tanto de Cádiz como de El Salvador. El autor explora la figura de estos salvadoreños y analiza si realmente es válido considerarlos íconos, ya no salvadoreños sino latinoamericanos.

Estos dos últimos libros pueden comprarlos (si viven en El Salvador) en las tiendas de la DPI.